Carta a Emilia


En la semana de tu nacimiento, yo estuve en uno de los lugares que más amo, rodeado de montañas y mi hermoso río; como es mi costumbre en noches tan oscuras me deleito mirando el cielo. Del río saco el agua para lavar los trastos de la cena y ese viernes como todos los días contemplé extasiado un gran escenario, quizás nos los ofrece Dios para su gran obra; te cuento que en ese instante algo me estremeció, una Estrella y distinta a todas surcaba al cielo, quizás se destacaba porque portaba el alma de una niña amada por todos.
Su dirección era de sur a norte, quizás con toda mi vida deseaba conocerte y fuiste tan amable en mostrarte en tu viaje. A las pocas horas llegaste a destino para encontrarte con los seres que más te amarán, tus papás.
Querida Emilia, supiste destacarte entre millones de estrellas y en ese remoto lugar colmaste a tu abuelo de felicidad.
Con los años quizás debas superar pequeños escollos, pero acordate: si tu abuelo te vio desde tan lejos es porque siempre tendrás el brillo, la fuerza, el calor del amor de los que conformamos tu familia para superarlos.
Dios bendiga tu vida para felicidad de tus padres y todos nosotros.
Cuando aprendas a leer un mapa, comprenderás la distancia que nos separaba entonces, pero tu imagen en ese cielo fue suficiente para que penetraras en mi corazón para toda mi vida.
Estoy muy feliz de tenerte.

El abuelo Darío.

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